Al
valor de una empresa pueden contribuir muy sensiblemente los principios
compartidos por las personas que la integran.
Para que las empresas no se limiten a sobrevivir, la cultura y la
filosofía de gestión tendrán que hacer frente con empuje y dinamismo renovado a
todos los retos que genera un mundo competitivo, cambiante y complejo. ¿Cómo
competimos y cómo mejoramos la rentabilidad de la empresa?
La respuesta
tradicional ha sido la de cuidar la relación con el cliente, crecer de forma
rentable y sostenida; en lenguaje contemporáneo, incrementar el valor añadido
económico, VAE, adquirir ventaja tecnológica y proveer de productos o servicios
de alta gama. La definición de misión, visión y sus estrategias, en coherencia
con los valores declarados previamente, han ayudado a las empresas a concretar
mejor los nichos de mercado donde competir. Para mejorar la rentabilidad o bien
dar la apariencia de que se iba a mejorar, muchos ejecutivos se apuntaron, en
la última década, a un camino fácil y rápido: despedir empleados cuando la
economía entraba en ciclos depresivos y volver a contratar cuando la economía
mejoraba. Después de años de estudios, la mayoría de investigadores han
concluido que la filosofía del down sizing o right sizing es una solución a
corto plazo, con consecuencias negativas ulteriores sobre la imagen, el valor
económico de la empresa y el comportamiento de los empleados; entonces la
epidemia de la `anorexia corporativa` no es la respuesta sostenible a la
pregunta de cómo ser competitivos y potenciar la rentabilidad empresarial.
La función de recursos humanos tiene un papel clave en la creación de valor para la empresa, ayudando a los ejecutivos a aprender y actualizar su capacidad de motivar y satisfacer las necesidades profesionales de sus colaboradores. En un libro reciente de Dolan y Martín -Los 10 mandamientos para la dirección de personas, de Gestión 2000-, los autores afirman que conocen a pocos directivos que reconozcan su falta de destreza y de competencia para dirigir personas y equipos; en cambio, los directivos presumen de poseer una gran habilidad para dirigir, cuando en su entorno los hechos parecen demostrar todo lo contrario. Para obtener la máxima eficacia y rentabilidad es necesario saber motivar y retener a colaboradores eficaces que se identifican con los valores de la empresa, que creen en su proyecto, haciendo suya la visión y la estrategia necesarias para alcanzar el éxito. Esta filosofía representa el corazón del concepto de la reingeniería cultural. ¿Cómo se cambia una cultura de dirección por instrucciones -DPI- y de dirección por objetivos -DPO- a otra de dirección por valores -DPV-?
Transformar los valores en comportamientos
Tradicionalmente las empresas definen unos valores que posteriormente comunican a través del tablón de anuncios, en el informe anual, en los discursos a los empleados o en los portales corporativos. Las empresas más avanzadas van más allá del mero enunciado o comunicación: trabajan en la transformación de los valores en comportamientos y los utilizan como guía para el desarrollo del liderazgo. En el cuadro de esta página se presentan algunos ejemplos de formulación de valores de empresa. Al principio del siglo pasado, la filosofía de la buena gestión por parte de los directivos se basó en dar instrucciones -DPI-; en los años setenta se enfatizó en la dirección por objetivos -DPO-. Sin embargo, el nuevo siglo requiere una nueva filosofía. En el libro de García y Dolan -La dirección por valores, McGraw Hill, 1997- se sostiene que enfocar la cultura empresarial desde la dirección por valores -DPV- es el método más adecuado para enfrentar los retos de la gestión en el siglo XXI. Es algo más que un juego de palabras afirmar que al valor de una empresa pueden contribuir, de forma significativa y sensible, los valores compartidos por las personas que